El
trideporte como le conocemos hoy en día empieza en 1978 en las islas Hawaii.
Los marines americanos que invadieron las islas se aburrían y siguiendo las
ancestrales tradiciones hawaiianas se retaron en una competición nueva y
mítica, el Ironman: nadar 3'80 km, rodar en bici 180 km y correr la distancia de
una maratón, 42’19 km…y sin controles antidoping hasta 1990.
¿Y
en el resto de deportes? Pues aunque tomar sustancias peligrosas para la salud con
el objetivo de mejorar el rendimiento estaba prohibido, en realidad no había
medios para controlarlo. El primer control antidopaje se hace en 1966, en
ciclismo, fútbol y atletismo. La muerte de Tony Simpson en 1967 durante la
subida al Mont Ventoux fue el detonante para que se intensificaran los
controles y empezaran las sanciones. Los JJOO de México 1968 fueron los
primeros con controles antidopaje. Hasta ese año las drogas no eran detectables
y había barra libre de todo. Pues bien, para explicar y entender la historia
del doping en el trideporte empecemos por el principio: la historia del dopaje en sus
deportes hermanos.
Las
primeras noticias o evidencias sobre el uso de sustancias dopantes en el
deporte se remontan ya a la antigua Grecia, y en el deporte moderno nos
encontramos con el dopaje a finales del siglo XIX, en natación y ciclismo. Pero
el primer caso conocido en una competición grande, los JJOO, se da en 1904 en el
maratón: Thomas Hicks, el campeón
olímpico de maratón en los Juegos de St. Louis. El entrenador de Hicks le inyectaba estricnina durante la carrera para aguantar el esfuerzo de más de
tres horas. Hicks estuvo a punto de morir por los efectos de los pinchazos.
Alcohol, cafeína, cocaína, estricnina, trimethyl y nitroglicerina eran las
drogas usadas en aquellos primeros años, el resultado: un ciclista muerto, Arthur Linton, y varios casos
reportados. Todos campeones, todos con gurús. El primer sancionado por dopaje
aparece 4 años después, en el maratón de Londres de 1908. El italiano Dorando
Pietri es sancionado por un supuesto dopaje con estricnina. No había controles y
los anglosajones no estaban muy contentos de haber perdido el oro en la prueba
reina del fondo atlético. La corrupción deportiva, por dinero o por el orgullo
de que gane nuestro candidato, nacía incluso antes que el dopaje.
Y
entonces llega la I Guerra Mundial (1916-1919) y con ella el uso de drogas para mejorar el rendimiento de las tropas. La primera, la cocaína, el lugar,
Holanda. La usaban los soldados aliados para combatir a la Alemania imperial. La
droga se llamaba “Forced March”, un término muy militar, y se comercializó en
los años 1920s. Por supuesto los alemanes también tenían la suya. Esa misma
cocaína fue usada después de la Gran Guerra en el Tour de Francia. Solo tenemos
testimonios de su uso en la carrera ciclista, y nos quedamos con las ganas de
saber si los grandes campeones de natación y atletismo, Johnny Weismuller y
Paavo Nurmi, le daban a la coca para ganar. Pero sabiendo que uno de los que confesó que tomaba cocaína (y estricnina y aspirina) era un campeón, Henri Pellisier,
el primer francés en ganar el Tour después de la Gran Guerra, todo hace pensar
que las “bebidas energéticas” de la época funcionaban y que eran la bebida de los
campeones. En Finlandia la cocaína era legal en los 1920s y se tomaba en las
fiestas de la alta sociedad.
Entre
el final de la Primera Guerra Mundial y 1940 el mundo atraviesa veinte años de
tensión en todos los ámbitos. Y el deporte no iba a ser menos. EEUU, Gran
Bretaña, Francia, Japón y Alemania buscan la hegemonía mundial y el deporte es
una excelente plataforma propagandística de sus respectivos “sistemas”. Y en ese
ambiente de propaganda de Estado, en 1931 tenemos a la primera gran estrella
mediática del deporte: Paavo Nurmi. Uno de los primeros en cobrar por anunciar
“material deportivo”: una droga de testosterona. Por ese motivo Nurmi fue
expulsado del equipo que compitió en Los Angeles 1932. Entonces los deportistas eran amateurs y no podían percibir salarios de las marcas. La droga en sí no
era gran cosa, pero era la primera vez que se intentaba usar un medicamento con
testosterona para mejorar el rendimiento, Rejuven se llamaba. Y el primer gran
campeón del largo aliento, y otros atletas suecos, la publicitaban como algo
revitalizante. Probablemente
Nurmi no utilizó en los años de sus victorias (1920-1928) ese medicamento, pero
que sacrificara su carrera deportiva por un puñado de coronas dice mucho de la
moral mercantilista del finlandés. Una moral que podía llevarle a usar
sustancias como la cocaína, estricnina o nitroglicerina para quedar por encima
de sus rivales. Y del gran campeón finés y la genética escandinava para el
largo aliento nos vamos a la natación y al gen japonés de los años 1930s. Después
de la victoria en la I Guerra Mundial el poderío militar de Japón fue en
aumento y las agresiones militares a China se intensificaron con el desarrollo
de explosivos. En esos años los japoneses arrollaron en Los Angeles 1932 a los
nadadores del Tío Sam. El secreto oficial eran las técnicas de visionado del
entrenador Ikkaku Matsuzawa (profesor de química en la Universidad de Tokyo) y unas inhalaciones de oxígeno antes de las pruebas. La realidad era muy diferente. En el vestuario del equipo de natación japonés de 1932 se encontró nitroglicerina (o
trinitrotolueno, TNT), también conocida como trinitrina como eufemismo médico.
O sea que esos extraordinarios nadadores, que asombraron al mundo con la
avanzada técnica de natación japonesa, eran “explosivos”. Parece un chiste lo
de la TNT pero con esa sustancia el japo Kusuo Kitamura fue el nadador más joven en conseguir un oro olímpico entre 1932 y 1988. Y también el más canijo. Y
de los japoneses de 1932 a los alemanes de 1936. Dominio absoluto del deporte
nazi en Berlín, y los rumores de los primeros usos de la testosterona se
disparan. En 1935 se había sintetizado la hormona y estaba preparada para su
uso farmacológico, aunque probablemente todo fuera nada más que eso, rumores.
Cuatro
años después de los JJOO nazis, en 1940, empieza el conflicto armado más catastrófico de la historia de la humanidad, bombardeos a gran escala,
portaviones transoceánicos, submarinos, cazas de ultima generación, el radar,
misiles de largo alcance, la bomba atómica y…las anfetaminas. A pesar de los
avances tecnológicos en material armamentístico, el arma que en gran parte decidió
la guerra fueron las anfetaminas. El novelista Graham Greene tras probarlas
concluyó: “La Metanfetamina ganó la batalla de Inglaterra”. Algo que ya había
sido declarado por algunos informes de la Guerra que decían que los soldados
británicos, incluidos los pilotos, tomaron hasta 72 millones de tabletas durante el conflicto. Las
primeras anfetaminas se sintetizaron por primera vez en forma de metanfetamina
en Japón, en los años 20. En esos mismos años los propios japoneses ya
disponían de efedrina en forma de medicina. Todo gracias al genio de Nagai
Nagasoyi, el científico nipón que estudió dichas sustancias. Los japoneses, por
tanto, fueron pioneros en la producción y uso de la efedrina y la metanfetamina
en los años 20 y 30. Y con ellos los alemanes, que colaboraron en las
investigaciones con los japos. Investigaciones que al estar en japonés y alemán
tardaron en llegar al mundo anglosajón. Pero aunque tardó, llegó, y en 1932 los
USA ya disponían de la droga. En 1938 la metanfetamina es comercializada por
los alemanes y usada para potenciar a las tropas nazis. Sin embargo testimonios
de la época sitúan su primer uso en los JJOO de Berlín 1936. Aunque son todo conjeturas.
Lo que es real es que el Pervitin (Benzedrina) estaba a la venta en los USA en
1936, que los americanos, alemanes y japoneses conocían sus propiedades y que
fueron ellos los grandes triunfadores de esos JJOO en atletismo y natación. En
maratón y natación los récords eran de japos, y en 10.000m de los fineses, por
lo que todo hace pensar que en 1936 seguían con la cocaína de la IWW.
Y
con las anfetaminas en circulación, y bien diseminadas entre la población
masculina gracias a la campaña comercial que fue la II Guerra Mundial, nos
escontramos con los años 1950s en el deporte. Los JJOO vuelven en 1948 y el
Tour de Francia en 1947. Y con las grandes competiciones vuelven los campeones,
usando los últimos métodos “deportivos” para ganar. Uno de los mas conocidos es
la “bomba” de Fausto Coppi. El italiano dominaba el ciclismo de esos años
en todos los terrenos y su rivalidad con Gino Bartali sobrepasaba el terreno de
lo deportivo. Tanto es así que "El Piadoso" mandaba a sus gregarios seguir a Coppi a las farmacias y
entraba después para pedir lo mismo que había comprado su rival. Salvo algunas
historias sobre Hugo Koblet, Ferdi Kubler, Louison Bobet y Roger Riviere no se
sabe mucho más del uso de las anfetaminas en esos años, pero los récords de
maratón y natación fueron cayendo año a año a partir de 1956, y las medias del
ganador del Tour eran cada vez más rápidas. Sabemos que en el ciclismo era por
las anfetaminas pero en los otros deportes tenemos dudas. Unas dudas lógicas
porque esos años estamos en plena Guerra Fría. Los USA y la USSR pugnan por el
liderazgo mundial y aparece en escena una nueva droga: la testosterona y los
esteroides anabolizantes.
Pero
no son ni los soviets ni los yanquis los primeros en usar la testosterona. El
honor es de los nazis, que durante la II Guerra Mundial empezaron a
experimentar con la testosterona en sus campos de concentración. Al menos esa
es la versión “oficial”, o sea la que los USA nos han hecho creer, la real es
difícil de conocer. Lo que es evidente es que las farmacéuticas de los judíos y los propios alemanes lideraban la investigación sobre la testosterona en los
años 1930s y que el rendimiento de los alemanes en 1936 y luego en la IIWW hace
pensar que efectivamente usaban algo muy potente. Pero lo de 1936 puede ser
simplemente el programa olímpico de estimulantes, y lo de la IIWW lo mismo
aplicado a la Guerra. El sociólogo John Hoberman defiende la tesis de la
“leyenda urbana”. Una vez acabada la guerra es en 1952 cuando se conoce el primer caso de dopaje con esteroides, el doctor Martin Brustmann trata con testosterona al equipo
alemán de remo. Otro caso de esos años es el del equipo danés de remo, el
fisiólogo Axel Mathiesen les suministraba Androstin a los remeros. En 1952 los
soviéticos también empezaron a usar testosterona en levantamiento de pesas. Y
como los USA no podían consentir esa superioridad del enemigo, el entrenador
americano Bob Hoffman y el fisiólogo John Ziegler espiaron a los soviéticos en Helsinky
1952, y en los mundiales de 1954, hasta que descubrieron el secreto de su rendimiento. En USA Ziegler empezó a usar el primer fármaco con esteroides,
Dianabol, de la farmacéutica CIBA, en 1958. Ziegler
es conocido como “the godfather of steroids”, y con razón, otros la crearon,
pero él los explotó hasta el límite. La droga estaba disponible en USA desde
antes (1954) y en los JJOO de Melbourne 1956 la mayoría de los países ya
conocían la existencia y las propiedades de la testosterona y de los esteroides
anabolizantes.
Y
coincidiendo con la proliferación en el deporte del uso de anfetaminas desde la
II World War y esteroides desde 1952-1956, nos encontramos con el avance de los
récords en los deportes hermanos: natación, ciclismo y maratón (también
10.000m). Entre 1956 y 1977 los récords de natación bajan año a año en todas
las disciplinas. Las chicas de 1.500 m nadaban en 1966 más rápido que los chicos 10 años antes. En ciclismo las medias del Tour aumentan progresivamente hasta su
máximo en 1962 (37.3 km/h), en 1966 la media se mantiene en 36.8 km/h y
sorprendentemente en 1968 la media baja a 33.6 km/h, desde Louison Bobet (1954)
y las carreteras de tierra no se veía una velocidad tan baja. En maratón el
récord pasó de las 2h20 de Jim Peters en 1952 hasta las 2h09 de Derek Clayton
en 1967. Todos los años se superaba el récord anterior. La explicación es fácil: el uso de
anfetaminas y esteroides sin controles antidopaje. Aunque estaban prohibidos no
había posibilidad de controlarlos y los nadadores, ciclistas y atletas honestos
se vieron superados por las drogas, claramente. Eran ilegales, el Código del
deporte no los permitía, pero los campeones siempre han estado por encima del Código. Todos los récords y los campeones de esos años (Emil Zatopek, Abebe Bikila y su coach finés, Derek Clayton, Dawn Fraser, Don Schollander, Fausto Coppi, Jacques Anquetil, etc) hay que mirarlos con lupa: no había controles.
Y
llegamos a 1967, año en que ocurre un hecho importante en la historia
del dopaje. En el Tour de Francia, en plena ascensión del Mont Ventoux, con media
Europa viéndolo, el británico Tom Simpson cae desplomado por una deshidratación.
Simpson casi inerte es evacuado y fallece en el hospital. Su cuerpo presentaba
restos de metilanfetamina y alcohol, su maillot contenía varios botes de
Tonedron (anfetaminas). Como consecuencia de esto en México 1968 empiezan los
primeros controles antidopaje en los JJOO, y seriamente en el Tour, donde desde
1966 se hacían controles pero con muchas protestas de los corredores y sin consecuencias reales. Unos controles que además solo detectaban anfetaminas y
otros estimulantes, el resultado fue evidente: la velocidad media del Tour bajó
a niveles de 15 años antes y en maratón el récord de 2h09 Derek Clayton de 1967
tardó 14 años en bajarse 1 minuto. Eso sin contar que el propio Clayton unos
meses después, con los controles antidopaje de Mexico 1968 no era capaz de
bajar de 2h27 ¿Y en natación? Pues a pesar de los controles de estimulantes los
récords de natación se siguieron superando año tras año hasta 1976, cuando las
marcas se estancan de nuevo. Con estos datos parece claro que ni en ciclismo ni
en maratón los esteroides funcionaban como en natación, o que quizás no se
usaron tanto. Jacques Anquetil nunca negó el uso de anfetaminas pero tampoco nunca habló de los esteroides. Sin embargo ya
hay rumores de que Eddy Merckx, quien dio positivo tres veces por estimulantes,
usaba corticoesteroides. En los años de
Merckx prácticamente todos los grandes ciclistas dieron positivo por
anfetaminas, y aunque había rumores no fue hasta 1978, año en el que Bernard
Thevenet confesó que había tomado corticoesteroides, cuando tuvimos la certeza
de que los métodos del Dr. Francois Bellocq (Peugeot-Thevenet) y del Dr. Bernard Sainz (Gitane y Renault-Guimard, GAN-Poulidor) poco tenían que ver con la ciencia del
entrenamiento. Pero aunque el uso de esteroides en el ciclismo de los 1970s
parece claro, no parece tan claro que los resultados fueran mejores que los de
las anfetaminas. No es hasta finales de los 1980s cuando las medias superan
claramente las de los años 1960s. Quizás el uso de esteroides no estaba tan
generalizado y dado el origen humilde del ciclismo no todos podían permitirse
ese lujo. Sabemos por el libro de Fignon y por el Dr. Bernard Sainz que Cyrille
Guimard los usaba, y que le dieron buenos resultados desde 1976, y sabemos por Thevenet que el balance hormonal de su Dr. Francois Bellocq era pura química. Solo
los grandes los usaron, los demás seguían con las anfetas, pero de forma
controlada. A mediados de los años 1980s, con la entrada del ciclismo en las
sobremesas televisivas y el aumento del presupuesto por parte de los
patrocinadores, el uso de esteroides se generalizó y los resultados se
reflejaron en la velocidad media y en el hecho de que el método Guimard ya no
funcionaba tan bien.
En
maratón ocurrió algo parecido. No sabemos quienes usaron los esteroides, pero
sí que a partir de 1967 los récords ya no se batían cada año, prueba de que el
control de las anfetaminas estaba dando resultados, mientras los esteroides no
eran capaces de superar claramente a los estimulantes. Entre 1968-1976 hubo
barra libre de esteroides y pocos bajaron las 2h09 de Clayton y fue por
segundos. Sin embargo en la natación la película cambia sustancialmente y los
récords siguen cayendo hasta 1976, las chicas alemanas del Este y los americanos
USA pulverizan los récords, con un Mark Spitz intratable en 1972, sin
anfetaminas pero con barra libre de esteroides. Y aunque años después supimos
que las visigodas del Este iban hasta las trancas de anabolizantes, de los USA
no sabemos nada. Sus habilidades nadadoras debían ser heredadas del mismísimo
Poseidón y por eso hacían lo mismo que las alemanas pero en la piscina
masculina. La pendiente de la línea que marca la evolución de las marcas en
natación entre 1956-1976 es la misma en chicos que en chicas, prueba evidente
de que estaban usando las mismas “armas”. A eso se unen algunas confesiones de
grandes atletas de esos años, que nos hacen pensar que el uso de esteroides iba
en aumento en los USA. La caída del muro de Berlín en 1989 destapó el secreto a voces de la DFR, pero los USA siguen calladitos, y sus aliados también. En esos
años empiezan a detectarse los esteroides en los controles. Los primeros
positivos por esteroides datan de 1975, hasta entonces no eran detectables. En
los JJOO de Montreal 1976 de once positivos, la mayoría fueron por esteroides anabolizantes,
ocho casos. Ninguno de las alemanas comunistas. En 1980, sin embargo, no hubo positivos, pero los rumores de usos de
testosterona, que todavía no era detectable, se oyeron hasta en España, en 1984
la nandrolona y la testosterona ya eran detectadas en los controles, y en Los
Angeles 1984 cayeron 9 atletas por esas drogas.
Estamos
ya en 1976, los primeros esteroides son detectados en los controles antidopaje
de los JJOO y los récords de natación y carrera de largo aliento empiezan a
resentirse. Hay que buscar algo nuevo. Pero eso ya se había hecho antes, en
1972. Ese año se destaparon los rumores de que el equipo finlandés de atletismo
había utilizado transfusiones de sangre, pero no fue hasta años más tarde, con
la confesión de Kaarlo Maaninka, cuando los rumores se convirtieron en noticia.
El fondista finés explicó como las transfusiones de sangre le ayudaron a
ganar las medallas en los 5.000m y 10.000m en Moscow 1980. Lasse Viren, el
plusmarquista y oro olímpico de 5.000m y 10.000m en Helsinky 1972 y Montreal
1976 siempre lo negó, atribuyendo su extraordinario rendimiento a la leche de reno y al entrenamiento en altura. Un entrenamiento que le ayudó a superar a
Mariano Haro por primera vez en 1972. La realidad es que los escandinavos conocían los beneficios de las autotransfusiones en 1972 y que los rumores les estallaron
en la cara en 1981. A eso se une que Juha Vaatainen ya tuvo problemas con las jeringuillas en 1969 y que en 1984 Martti Vainio dio positivo por esteroides en
los JJOO de Los Angeles, perdiendo la medalla de plata. Un positivo que también
se atribuye a las transfusiones. Los rusos, vecinos ejemplares de los fineses,
fueron los siguientes en usarlas, en las olimpiadas de 1976 y 1980. Y los alemanes del este, que con Waldemar Cierpinski dominaron el maraton en esos JJOO. Dando así
una lección de poderío a sus adversarios en la Guerra Fría: los USA y sus
aliados de la OTAN, que buscaban en Boulder (Colorado) los beneficios del entrenamiento en altura. Las transfusiones no estaban prohibidas entonces, aunque
claramente presentaban un riesgo para la salud del deportista y una evidente
mejora del rendimiento de dudosa deportividad. Lo de los fineses era solo el
principio de lo que estaba por venir.
Y llegamos
a 1978, año en que nace el Ironman de Hawaii, y a los 1980s, años en los que el
trideporte se hace mayor. Ya hemos visto que en 1978 existía un buen conocimiento
de las anfetaminas en ciclismo y atletismo y de los esteroides en natación, con
numerosos positivos por dopaje con esas sustancias en todos los deportes
hermanos del triatlón. Además los deportistas más avanzados usaban las
transfusiones sanguíneas con excelentes resultados. Atrás quedaron los
arriesgados experimentos con cafeína, efedrina, estricnina, cocaína y
nitroglicerina. Los récords y las mejoras en el rendimiento humano llegaron con las
anfetaminas y los esteroides. Y los controles antidopaje demostraron que esos
récords y esos campeones eran frutos de las drogas y no del entrenamiento.
Desde 1968 ya no se corría ni se rodaba tan rápido, y desde 1976 no se nadaba
tanto. Y el trideporte, en pañales, crece con esos conocimientos, pero sin
controles ¿Y qué pasa? Pues que entre 1980, año de los primeros profesionales,
y 1990, año de los primeros controles, las marcas mejoran sustancialmente. Y la historia del dopaje desde entonces se desarrolla en
paralelo a la historia del triatlón, y por supuesto en paralelo a la historia
de sus deportes hermanos. Con nuestro triatlón ya en marcha, el primer
acontecimiento histórico del dopaje se produce en 1985. Un ciclista del equipo
olímpico USA, equipo que arrasó en el medallero de Los Angeles 1984, confesó que les doparon con transfusiones de sangre en las olimpiadas americanas. Todos los
miembros del equipo confirmaron las declaraciones de su compañero y el
escándalo fue mayúsculo. El polaco Edward Borysewicz “Eddie B”, entrenador
nacional, el Doctor en fisiología Edmund Burke, director técnico, y el Doctor
de la Universidad de Iowa Herman Falsetti, cardiólogo que llevó a cabo las
transfusiones, fueron los cerebros y ejecutores de la operación. Igual que la
USSR en 1980, los USA arrasaron en el medallero ciclista en 1984. El equipo USA
no volvió a ganar una medalla en ciclismo de pista olímpico, pero la experiencia y el conocimiento se quedaron en estos tres nombres, un conocimiento que
era la llave del éxito. Y la clientela para poner en práctica esa fuente
conocimiento era amplia.
¿Y
quién era esa clientela? Pues triatletas…Sí, sí, triatletas, y atletas y
ciclistas. Hermann Falsetti tenía clínica privada en Santa Ana, muy cerquita de
San Diego, donde la élite de los triatletas de la época vivía y entrenaba. El
primero de sus clientes después de los ciclistas USA fue Scott Tinley, quien en
1984 empezó a ser paciente de Falsetti. Los resultados fueron excelentes, Tinley
ganó en Kona en 1985, batiendo el anterior récord de Dave Scott y bajando su
mejor registro en más de 15 minutos y marcando su primer sub9h en Hawaii. Además
de a Tinley, el Dr. Falsetti llevó a Alberto Salazar y años después a Lance
Armstrong. El segundo triatleta en ser cliente de médicos transfusionadores fue
“The Man”. Mientras Tinley en 1985 pulverizaba los registros de Hawaii de la mano del médico de
California, Scott observaba desde su casa de Davis y buscaba mejorar en Boulder con los consejos de Ed Burke. Al año siguiente, en 1986, Dave Scott marca un
registro histórico en Hawaii: 8h28. 26 minutos menos que su anterior marca y 22
menos que Tinley, que se mantenía en sus 9h00. El "gran salto" llegó con Scott. Probablemente el médico era también Falsetti, pero Dave tenía a Ed Burke de consejero y amigo. Y el tercer
triatleta en seguir los consejos de los entrenadores/médicos transfusionadores
fue el triatleta Lance Armstrong, quien en 1990 se pasó al ciclismo de la mano
de Edward Borysewicz. El triatleta tejano tenía 18 añitos entonces y desde los16 se codeaba con la creme de la creme del trideporte americano: Mark Allen y
Dave Scott. Eran los años de la nandrolona de Scott Molina y Lance ya rendía como los
triatletas pros. Las transfusiones en el ciclismo USA empiezan en 1984, y en
1986 ya tenemos a dos triatletas, dos de los “Big Four” de pacientes de los
médicos transfusionadores. Los “Big Four” dominaron el triatlón en USA y en el
resto del mundo en los años 80. El tercero de los “Big Four” Scott Molina dio
positivo por nandrolona, la droga de los triatletas, en 1988, 4 años después de
los primeros positivos por esa sustancia en los JJOO (Los Angeles 1984). Fue en
el primer control antidopaje del que se tiene constancia en el trideporte,
hasta 1990 no empezaron en Hawaii. 10 años de barra libre. Pero nos falta uno
de los “Big Four”, el más joven y el más listo, Mark Allen. En 1983, de rookie,
les ponía las cosas difíciles a Scott y Tinley. En 1986 un Allen con más experiencia
mejoraba mucho, pero Scott también, gracias a Burke. En 1987 Allen volvía a
reventar en la carrera a pie, un sentimiento de frustración se apodera del
americano que decide poner fin a esto…
…1988,
el Ironman de Hawaii se prepara para la batalla del siglo, Scott vs. Allen,
pero ésta no se produce. Unos días antes de la prueba Dave Scott decide no
participar por unos dolores en la rodilla y Mark Allen no tiene su día,
cediendo el triunfo a su compañero de entrenamientos Scott Molina. La espectación
y posterior decepción hizo olvidar que en realidad la auténtica batalla empezó
ese mismo día, Paula Newby-Fraser pulverizaba el récord de Kona y batía a la
Baker, esposa de Molina, por una minutada. Era la victoria del nuevo triatlón
frente al antiguo, la victoria del método de los Multisport frente al de Hellemans, la victoria del hematocrito frente a las hormonas.
Paula establece una nueva era en el triatlón femenino y sus armas serán
aprovechadas por Scott y Allen para la batalla final: “There can be only one”.
El Ironwar empieza ese día de Octubre de 1988, y durante un año los dos Ironman
americanos estuvieron probando la nueva arma. El 14 de Octubre de 1989 el
récord de Kona se superó en casi 20 minutos, desde entonces nadie ha corrido la
maratón tan rápido como “The Grip” y “The Man”. En Junio de 1989 la
farmacéutica AMGEN consigue la licencia para vender Epogen en la tierra del Tío
Sam. En Thousand Oaks (California), al lado de San Diego donde entrenaban tres de los "Big Four" y Paula. En 1988 la droga estaba en pruebas en USA y ya legalmente disponible en
Europa. Numerosas muertes en Bélgica y Holanda, cerca del laboratorio donde se
realizaban los ensayos clínicos en Europa, y récords en los USA. Y récords en
Europa, donde en 1988 un desconocido Belayneh Dinsamo bate el récord de maratón
en Rotterdam, muy cerca del laboratorio de Janssen-Cilag en Tilburg (Holanda).
El etíope baja su tiempo del año anterior en mas de 6 minutos, bate los tiempos
de Derek Clayton, con barra libre de todo, y los de Steve Jones, Carlos Lopes y
Robert De Castella, con barra libre de esteroides y transfusiones, y deja un
récord intocable por más de 10 años. Ni la barra libre de EPO de los 90 logró
batir el récord de Dinsamo. El positivo de Ben Johnson por stanozol y el enmascarador made in UCI de Pedro Delgado completan las proezas de un gran año, Reserva de
1988. En 1989, Allen y Scott mejoran la cosecha, y el triatleta de leyenda A.
Alix estuvo allí, de cuerpo presente. Ese año el equipo PDM iba cargadito de
EPO al Tour: primeros por equipos, cuatro corredores entre los 10 primeros,
todas las clasificaciones secundarias (regularidad, combinada, sprints y
montaña), Theunisse y Rooks 4º y 6º, montaña para Theunisse, y varias etapas.
En 1988, con las transfusiones, Rooks fue segundo detrás de Delgado. Los
rodadores holandeses volaban en las cumbres alpinas, superando a los
escarabajos colombianos, años después los planes de transfusiones del Dr. Bertus
Fok con PDM en 1988 salen a la luz y Steven Rooks confesaba haber usado EPO en
1989, con el Dr. Hubb Jacobs. Todo bajo la atenta mirada del Dr. Peter Jansen,
el médico del equipo. Esos mismos años Mathieu Hermans tambien confesó haber tomado
EPO, pero Hermans estaba en el Caja Rural-Orbea de Eufemiano Fuentes, diez
etapas en la Vuelta y una en el Tour son el resultado de la química sanguínea
del Dr. Fuentes. Récords y rumores en maratón, el récord Ironwar en triatlón y
confesiones y muertes en ciclismo, situan al año de 1989, como el año 0 del
deporte. El nacimiento de un nuevo mesías: EPO.
Pero
volvamos a 1984 y a los deportes hermanos del trideporte. En los USA 1984
las transfusiones eran su arma secreta y "Eddie B" se dedicó a transmitir el conocimiento adquirido a los ciclistas de ruta. Practicamente todo el 7-Eleven de 1987 había pasado por sus manos, Borysewicz fue el creador de Alexis Grewal, Andy Hampsten, Greg Lemond, el primer yanquee en ganar el Tour, y Chris Carmichael... Pero en la vieja Europa no se quedaban a la
zaga. Los JJOO de los Angeles 1984 mostraron al mundo la calidad atlética de
Italia, un país que sin oros en toda su historia del fondo atlético, consigue
ganar en el 10.000. Los cerebros de aquello fueron el “enigmático” Renato
Canova, entrenador nacional italiano de atletismo y su buen amigo Luciano
Gigliotti, entrenador de maratón. Bajo la mirada de Canova el equipo italiano
cambiaba su sangre con el Dr. Francesco Conconi, de forma legal. Nos lo contó el propio Canova
y uno de sus campeones, Alberto Cova. En USA el Dr. Falsetti, y en Europa el Dr. Conconi
desarrollaron toda la ciencia de las autotransfusiones aplicadas al deporte.
Conconi llevó el récord de la hora de Moser, quien con lenticulares y
transfusiones pulverizó los 49,4 km/h de Merckx: 51,1 km/h. Y también fue el hombre que estuvo detrás de los 5 Tours consecutivos de Miguel Indurain, Conconi fue el asesor en la sombra del Banesto y del Doctor Sabino Padilla, auténtico artífice del éxito del Navarro. Y Conconi, desde la Universidad de Ferrara, educó a los doctores que triunfaron en los 90s: Dr. Ferrari, Dr. Cechini, etc... Desde Urs Zimmerman (1986), los triunfos de Roberto Visentini (1986), Stephen Roche (1987), Claudio Chiapucci (1990), Miguel Indurain (1991-1995), Tony Rominger (1993 y 1994), Bjarne Rijs (1996) y Marco Pantani (1998) están relacionados con la ciencia del Dr. Conconi. Incluso el oro
femenino de Gabriella Dorio en los 1.500 m de Los Angeles 1984 se le atribuye a Conconi: sangre nueva en ciclismo y atletismo. Además en 1984 los
esteroides ya se detectaban y el finlandes que fue plata detrás de Cova dio
positivo por metanolona en Los Angeles. Martti Vaini es otro prodigio de la
genética finesa, esa genética que es solo una predisposición natural a tomar
drogas para el deporte. En Los Angeles 1984 hubo numerosos positivos por
testosterona y nandrolona, eran los primeros, a los que hay que sumar el
escándalo de los Juegos Panamericanos de 1983, donde hasta 19 deportistas
dieron positivo con los nuevos controles de anabolizantes. Otro país destacado
esos años fue Portugal, oro en maratón masculino y plata en el femenino ¿Y qué
pasa con ese gen portugués de 1984? Pues sabemos poco, secretismo absoluto,
salvo que la mayoría de los grandes atletas portugueses entrenaron con Mario
Moniz Pereira, el Señor del Atletismo de Portugal, el Pascua Piqueras de allí. Pero ni Pascua, ni Antonio Prieto entrenando en altura, podían con los portugueses de los 80. A parte de eso,
poco más, los entrenamientos en Colorado de Rosa Mota, y que los portugueses compitieron
de igual a igual con atletas como Lasse Viren, Shorter, Cierpinski, Salazar o De
Castella. En el año 2.000 con 11 años de barra libre de EPO el récord de Carlos
Lopes era todavía la 15º mejor marca. Si Lopes se hubiera cambiado la sangre en
1985 hubiera corrido el maratón en 2h02, lo cual deja claro que estamos ante
algo muy serio.
Pasado
el año 0 de la era del trideporte (1989)
entramos de lleno en la era Allen, 6 años de paz, poder mental y nuevo récord
(8h07) sin apenas escándalos de dopaje en ningún deporte. Pero algo se estaba
gestando esos años en el ciclismo, algo silencioso que empezaba a ser rumor y
que poco a poco ensordecía nuestros oídos. Retiradas masivas (PDM en 1991), exhibiciones
prodigiosas con tripletes (Gewiss en 1994) y récords imposibles (el récord de
la hora se superó 7 veces esos años) empiezan a hacer sospechar que hay sangre nueva en el pelotón. Como medida preventiva la UCI establece un límite para el
hematocrito en sangre, el 50%. Era el año 1997, ese año un alemán gana el Tour,
por primera vez en la historia. Y ese mismo año otro alemán gana en Hawaii, por
primera vez en la historia. En 1998, salta el escándalo: un registro de la
gendarmería francesa durante el Tour de Francia destapa una red de dopaje en el
Festina y el TVM. Cargamento de EPO para un regimiento de ciclistas. Los registros se suceden en todos los equipos. Los ciclistas se plantan: ellos no
se dopan. Los españoles, muy bravos y honestos ellos se marchan del
Tour, han manchado su honor. Banesto, ONCE, Vitalicio y Kelme en pleno, muestran su compromiso con la
lucha antidopaje huyendo para no ser controlados ni investigados. El Tour lo
gana Marco Pantani, muerto años después por problemas con todo tipo de drogas. La EPO
es una realidad y muchos corredores del Festina dan valores de hematocrito
superiores al 50%. A partir de ese momento la UCI decide intensificar los
controles de sangre, con el fin de evitar problemas de salud por tener un
hematocrito superior al 50%. Uno de los primeros en ser retirado de una
competición por esa norma fue el propio Pantani, en el Giro de 1999. Pero el
caso Festina oculta algo: Francia, 1998, campeonato mundial de fútbol. Pocos
franceses están preocupados por el Tour, son los campeones del mundo por
primera vez en la historia, y en Francia se persigue el dopaje de los ciclistas: fiesta
nacional. En ciclismo no ganan porque todos van dopados, en fútbol son los
mejores, sin dopaje. Años después los valores hematológicos de la selección francesa de 1998 son puestos en entredicho por el entonces médico del equipo.
Aunque está escrito en su libro, poco más se supo de eso: silencio se rueda. Si
a eso le unimos que los jugadores de la selección francesa no pasaron controles antidopaje, todo hace pensar que los ciclistas fueron usados como conejillos de
indias, el caso Festina fue una cortina de humo de los franceses: somos
campeones contra el dopaje y campeones del mundo, limpiamente. Y coincidiendo
con el escándalo del caso Festina y la confirmación de que la EPO llevaba
presente en el deporte mucho tiempo tenemos varios hechos destacables ese año
1998. El primero es el nuevo récord de maratón del brasileño De Costa, 10 años
después de Dinsamo el récord cae, por unos segundos apenas. Mientras, en
ciclismo los tiempos de 1988 son superados con creces: la media de 1998 fue 1
km/h más rápida que la de 1988 y eso que el Tour 1998 fue mas largo. Además el
récord de la hora era batido cada año por diferentes ciclistas ¿Y en triatlón?
Pues es curioso, en 1996 tanto Van Lierde como Hellriegel volaron, pulverizando
el récord de Allen, pero en 1997, tras el anuncio del control de hematocrito por la UCI, los tiempos cayeron en picado. Ni Hellriegel (Telekom), ni Van
Lierde (Mapei), ni Reid (Multisport) se acercaron al récord, y durante 8 años
los tiempos del ganador eran similares a los de Scott en 1986. O sea, que
mientras en ciclismo se iba mucho más deprisa que en 1988 y en maratón los
récords caian poco a poco, en ironman no, se iba más lento. El 50% de hematocrito de 1998
no era capaz de superar a los Big Four de 1986-1995 ni a los dos europeos de
1996. Si a eso le añadimos que ni Van Lierde en 1996 fue capaz de correr como Allen
y Scott, tenemos el guión perfecto para la película más sangrienta de la
historia del deporte: IRONWAR.
Pero
el asunto de la EPO no acaba en 1998 con el caso Festina. Los siguientes años
los escándalos en el ciclismo se suceden y solo la nueva era de Lance Armstrong
parece dar calma a las turbulentas aguas de la EPO. El dominio de Lance
comienza con el control del hematocrito (1999) y con los controles de EPO en la
orina (2000). El americano es un ejemplo para el mundo entero, un ídolo con una
apasionante historia de superación personal. Lejos quedan los años de la barra
libre y Armstrong es el paradigma del deportista limpio. Si fuera dopado, las
drogas lo matarían: Armstrong fue triatleta, es un ídolo. Sin embargo desde su
primer Tour en 1999 una corriente de opinión, encabezada por el diario
L’Equipe, relacionaba a Armstrong con el dopaje ¿Pero no se controlaba ya el
hematocrito? ¿Pero no se controla ya la EPO en la orina? Es el año 2000 y tras
10 años de barra libre el dopaje con EPO no ha hecho más que empezar. Lance
Armstrong durante 7 años nos ha enseñado que los controles no sirven para
nada. En Sydney 2000 el equipo olímpico chino ve como 27 de sus deportistas no pueden participar en los JJOO por valores sanguíneos anómalos. La sangre de tortuga de Ma Junren era demasiado espesa. Años después, la propia Wang Juxia, plusmarquista de 10.000m desde 1993-2016 confesaba el dopaje de Estado de la China de Ma Junren. Y ese mismo año 2000 con control de hematocrito y de EPO en orina, el
triatlón crea 8 monstruos, 8 engendros de apariencia humana que destrozan a
Simon Lessing en los JJOO de Sydney. La Australia de Sutton y sus medicinas,
que habían dominado el trideporte en los años de la barra libre, llega
descabezada. Brett Sutton se mete en un lio sexual con una menor y es expulsado
de Australia, nunca mas ha vuelto a entrenar allí. Les McDonald amenaza con sancionar a todo triatleta que siga relacionado con Sutton, amenaza que evidentemente nunca fue ejecutada, como las sanciones del trideporte: postureo triatlético. Pero aún sin la EPO que Sutton pedía a su federación, aquello fue un circo, y poco más se supo de la mayoría
de aquellos engendros. Solo Raña, y Whitfield en 2008, hicieron algo
destacable y 4 de ellos acabaron envueltos en asuntos de doping. Mientras el
Ironman había perdido una marcha, el triatlón ITU en el año 2000 era una auténtica
Casa de Fieras. El caso Festina y los controles de EPO no sirvieron de nada, el trideporte ITU seguia con la barra libre. En
Ironman la cosa no va mejor, y los grandes de esos años se saben rodear de
buenos médicos y consejeros. Thomas Hellriegel entrenaba en Mallorca con los
Telekom, Peter Reid buscaba a Chris Carmichael para mejorar y a Luc Van Lierde le
asesoraban Paul Van Den Bosch y Jan Ollbrech, el pupilo del Dr. Cees-Rein van den Hoogenband. En el
curriculum de Cees-Rein aparece su pasado en Panasonic (1980s), aparte de la
relación de su pupilo, colega y socio, Wilfred Rip, con Jacco Verhaeren (seleccionador holandés de natación) o Theo
de Rooij (ex ciclista de Panasonic y manager de Rabobank). Por sus manos han pasado el
ciclista Erik Dekker, el nadador Pieter van den Hoogenband, y futbolistas como
Ronaldo de Lima o Ruud van Nistelrooij, a parte de muchos equipos olímpicos de
Holanda.
El
caso BALCO es uno de los pocos casos de dopaje destapados en los USA.
Normalmente allí el deporte es cuestión de estado y sólo cuando algun
deportista ha confesado se han destapado estos asuntos. La USADA y los
federales buscaban a Víctor Conte (laboratorio BALCO), creador de una nueva
droga indetectable, el esteroide TGH (Tetrahidrogestrinona). A parte de crear
nuevas drogas el negocio del laboratorio era suministrarlas (EPO y esteroides)
a deportistas, por medio de los entrenadores. Muchos atletas estaban en
la lista de clientes, hasta 40 fueron controlados, y hubo 20 positivos pero sólo
unos pocos nombres transcendieron. Años después Marion Jones, Tim Montgomery,
Barry Bonds y Bill Romanowski confesaron haber mentido bajo juramento y cayeron
en desgracia en los EEUU. Pero no solo atletas y baseballers usaban los
servicios de Victor Conte, había muchos otros, entre ellos famosos y destacados
nadadores como Matt Biondi y Amy Van Dyken. Como siempre el escándalo salpicó a
los atletas, pero la natación salió indemne del asunto. Sus éxitos se deben
exclusivamente a los bañadores. Pero el inicio del siglo XXI fue turbulento en
el deporte. A raíz de lo que pasó en los 1990s las leyes antidopaje se
endurecieron y ahora el dopaje era una cuestión de salud pública: tráfico y
consumo de sustancias peligrosas para la salud de los deportistas. Las nuevas
normas tardan en ponerse en práctica en muchos países. Francia fue la primera
en 1998, luego los USA y el resto, pero en 2005 España todavía no tenía su
regulación. En 2004 Jesús Manzano denuncia en prensa el dopaje organizado en su
equipo, el Kelme, y todo el mundo del ciclismo lo niega. Le llueven las críticas,
las amenazas y el desprecio de sus colegas de profesión, y de los periodistas
palmeros. Nadie le cree, nadie excepto la Guardia Civil. Un avispado picoleto,
el Teniente Enrique Gómez Bastida comienza a investigar al médico del equipo de
Manzano en Kelme, Eufemiano Fuentes. Coincidentemente Fuentes era también el médico
de Roberto Heras en Liberty cuando en 2004 dio positivo por EPO en la Vuelta a
España. La operación Mamut dejó al descubierto de dónde sacaban algunas de las
drogas algunos de los “Doctores” implicados en las investigaciones de la
Guardia Civil. El 23 de mayo de 2006, dos años después de las denuncias de
Manzano, la Operación Puerto sale a la luz pública. Cientos de deportistas
están implicados pero sólo los ciclistas tienen nombre y apellidos, hasta 58.
Jan Ullrich, Ivan Basso, Tyler Hamilton, Roberto Heras, Joseba Beloki y
Alejandro Valverde son los más destacados, únicamente los extranjeros son
sancionados y Alejandro Valverde, que dejó huellas de su ADN en Italia. Pero
entre las bolsas de Eufe había futboleros, atletas, tenistas y boxeadores. Un
elenco de lo más elitista de nuestro deporte, y de parte del extranjero. Eufemiano
había sido médico de la federación de atletismo en los años 80-90, cuando el
deporte patrio despegó por fin en el escenario olímpico en 1992. Paralelamente
a su trabajo en el atletismo, Eufemiano llevó a lo mas granado del ciclismo
hispano, el Orbea de Delgado y Cabestany, la ONCE de Mauri, Chozas y Lejarreta,
el Vitalicio de Freire, el ONCE de Beloki y Heras y el Comunidad
Valenciana-Kelme de Valverde y Pimienta son sus creaciones, en un ciclismo que
desde 1975 lleva a sus campeones vinculados con un gran médico. Pero no es
Fuentes el único médico implicado en la Operación Puerto. Otros galenos muy
conocidos estaban trabajando con “El Canario”: Walter Viru, Merino Batres y
Miguel Angel Peraita. Poco a poco la investigación fue avanzando y llevó hasta
Alemania, donde Thomas Springstein “Top speed” y Jos Hermens pedían los
análisis a Peraita “Top Doc”. Esto relaciona indirectamente al gran fondista
mundial de los 2000s, Haile Gebreselasie, con la Operación Puerto. Pero también al triatlón, Springstein llevaba a Anja Dittmer y a su novio, Stephan Vuckovic,
aquel desconocido triatleta alemán que estuvo a punto der el primer oro
olímpico del trideporte. El germano ahora se dedica a recorrer las islas españolas
repartiendo mercancía. La Operación Puerto es probablemente la Operación contra
el dopaje mas importante jamás llevada a cabo, y sus ramificaciones están
todavía vivas. Después de la Operación Festina, BALCO y Puerto, los años 2000s
vieron muchas más operaciones contra el dopaje y escándalos: Caso Rabobank, Caso
Telekom, Operación Grial, Operacion Cursa, Operación Galgo, Operación Jimbo, Operación
Rial, Operación Estrobo, Caso Humanplasma, Caso Armstrong y muchos otros. La
mayoría de estos casos tienen relación directa, o indirecta con el trideporte: además
de Vuckovic y Dittmer, los olímpicos Xavi Llober y Chemi Merchan, Pancho
Pontano, Lisa Hutthaler, Michi Weiss, Olivier Bernhard, los triatletas que
entrenaban con Telekom (Thomas Hellriegel, Norman Stadler y Faris Al Sultan) y Mapei (Luc Van Lierde), los que “veranean” en Sudáfrica y en otros
Paraísos del trideporte y muchos otros que se nos escapan. Y eso que ninguna de estas
operaciones ha estado dirigida contra el triatlón, y es extraño porque hay
muchos grupos que serían fáciles de controlar. Pero no, nadie desconfía del
triatlón, nadie se chiva en el triatlón y por ende nadie investiga al triatlón.
La realidad es que se esconden bien, lejos y en grupos reducidos, sin
escándalos, sin ruido. Siempre nos enteramos a toro pasado, cuando las
sanciones han prescrito, y para colmo, siempre hay algún ciclista para salvarles el
culo.
Y
justo un año después de la Operación Puerto se destapa el dopaje del equipo ciclista T-Mobile (Telekom en los 90). Uno de los masajistas del equipo en los
90 publica un libro donde cuenta con todo detalle el programa de dopaje del Telekom en los años que precedieron a sus triunfos en el Tour (1992 -1996). El gran ciclista alemán Uwe Ampler era el mesías de la EPO en el equipo. Su
declaración es seguida de las confesiones de casi todos los implicados: Erik
Zabel, Bjarne Rijs, Rolf Aldag, Udo Bolts, Bert Dietz, etc. Todos menos Ullrich, que seguía
sancionado por la Op. Puerto, y que lo negó todo. La noticia del T-Mobile no
tendría mucha importancia si no fuera porque salieron los nombres de los
médicos del equipo durante todos sus años de andadura. Los doctores de la
Universidad de Freiburgo, Lothar Heinrich y Andreas Schmid eran los encargados
de suministrar las medicinas y ejecutar
las transfusiones. A pesar de que al principio los doctores niegan todo,
igual que Ullrich, el equipo los aparta y a finales del año 2007 T-Mobile retira el patrocinio del equipo ciclista. Un año después y tras la denuncia del Dr.
Werner Franke se demuestra el dopaje organizado de los doctores de Freiburgo entre 1992-2007, y
la implicación de Ullrich. Y como siempre, los médicos implicados en un caso de
dopaje nos muestran el eslabón perdido del rendimiento en otros campeones. El
nombre de Haile Gebreselasie también salió entre los clientes de los doctores de Freiburgo y justo ese año de 2007 los triatletas alemanes se retiraron del
Ironman de Hawaii aquejados de dolores estomacales. Norman Stadler, vigente
ganador, Faris Al Sultan, el tercero y Thomas Hellriegel, que ya llevaba varios
años a la sombra, se retiraron ese día, y no volvieron al podio de Hawaii,
bueno ni al podio ni al top 10, puesto al que se abonó Al Sultan hasta su 5º puesto
de 2012. La razón de ese descalabro fue que los triatletas Ironman alemanes
entrenaban con los ciclistas de T-Mobile, en Mallorca, o en California. Parece que una vez cortado el
suministro de la gasolina de Freiburgo, también se acabó el dominio alemán en
Kona. Los tanques se habían quedado sin combustible. También entrenaban con Telekom en Mallorca, Hellriegel y el joven Leder, dos de los que dejaron los podios
de Hawaii cuando la EPO se empezó a detectar en los controles de orina en el
2000. El otro, Jurgen Zack, entrenaba en San Diego, y tuvo problemas con la
testosterona en 2006. Lothar Leder además fue sancionado por su hematocrito
semanas después del caso T-Mobile !Qué coincidencia! Además el doctor Heinrich era amigo personal del papa, y coach, de Stadler, y le llevaba el control médico a Normannator. Por supuesto, el hipócrita
triatleta alemán no sabía nada de las actividades del Dr Heinrich con T-Mobile
y Telekom, pero dejó de aparecer por Hawaii justo al caer el Dr. Heinrich. Unos
meses después el primer positivo por CERA aparecía en el Tour, el camello de triatletas Bernard Kohl.
Uno de los despedidos del extinto T-Mobile nos mostraba el secreto del único
equipo alemán que ha ganado el Tour de Francia y el Ironman de Hawaii.
Todos
estos casos de dopaje, en especial los relacionados con campeones, como el caso
Armstrong, solo hacen que confirmar que sin drogas no hay héroes. Eso y la
ayudita de los organismos que controlan el dopaje (COI, IAAF, ITU, WADA, etc)
son el verdadero secreto de los campeones. Y en medio de esos escándalos
llegamos a otra fecha clave: 2008. En 2008 el ciclismo empezaba una nueva era,
la era del pasaporte biológico. Controles de sangre periódicos y contraste de
los parámetros sanguíneos con los valores que tienen una alta probabilidad de
ser doping. Los resultados no tardan en aparecer, el primer año ya hay 23
corredores sospechosos y las sanciones empiezan a caer en 2009, cuando los
valores del pasaporte sobrepasan los límites establecidos legalmente: Ricardo
Serrano, Denis Menchov, Pietro Caucchioli, Roman Kreuziger (Astana-Neal
Henderson), Igor Astarloa, Carlos Barredo y Jonathan Tiernan-Locke (Sky) entre
otros. Desde 2014 no ha habido más sanciones y el pasaporte es historia desde 2012,
año en que se da el último pasaporte anómalo en el ciclismo. Las sanciones
tardaron un poco en ejecutarse. Justo el año que los ciclistas aprenden a
burlar el nuevo sistema, el triatlón tiene la primera sanción, y única, por
alteraciones del pasaporte. Pero no porque los triatletas fueran muy listos,
no, es porque el pasaporte no se implantó en triatlón hasta 2010. Dos años
después que en el ciclismo y uno después que en el atletismo. A Mark Fretta le
pillaron en bragas pero a ninguno más, los triatletas aprenden rápido. En 2011
los rumores sobre la Wellington la llevan a hacer pública su historia de
controles y vemos que en 2012, 2 años después de la implantación del pasaporte biológico en el
tri, la chica de Sutton deja el trideporte en plena escalada de triunfos, récords
y exhibiciones a lo Paula Newby-Fraser, metiéndose en el top10 de los chicos.
En atletismo, como en triatlón, el pasaporte tarda en dar resultados. Los
primeros en 2012, rusas, como no. Durante 2013 y 2014 los casos se suceden con
cuentagotas, pero tienen un denominador común: Rusia. Ningún americano, ningún
ingles, ningún anglosajón. Y el pasaporte comienza a mostrar su cara más
oscura: la corrupción del dopaje. Es fácil esconderlos, mucho mas que los
controles. Por eso nadie los enseña y cuando lo hacen canta la gallina (Chris
Horner, Paula Radcliffe o Marta Domínguez). Pero
no adelantemos acontecimientos y sigamos en 2008, Les McDonald se jubila y cede
su cetro a Marisol Casado, su anterior secretaria. Ese mismo año caen dos
campeones: Dmitry Gaag y Jurgen Zack. Desde entonces ninguno más, solo
pringaos, parias del deporte. Esos que no ganan nada dopándose ni lo ganaran
nunca. Pagan justos por pecadores y nos cebamos con ellos. Mientras, los
campeones se forran a costa de nuestras licencias y en el trideporte gastamos
dinero en controles para nada. Marisol cuida bien del pasaporte. Es española,
paisana de "grandes luchadores" contra el dopaje. Y curiosamente, coincidiendo
con el reinado de Marisol comienzan los éxitos del triatlón patrio en distancia
ITU. En Ironman seguimos viviendo del podio de Eneko en 2008, las banderitas.
Los años de Marisol pasan sin pena ni gloria en la historia del dopaje, salvo sus críticas a la WTC por no controlar a Lance Armstong en su vuelta al trideporte, y a la Super League por la falta de controles anti-doping, poco ha hecho Marisol por evitar el dopaje en el triatlón ITU. Sin embargo en Ironman las retiradas sorpresa, lo que Pedro Delgado llama el "Tú retírate chaval, retírate o lo que sea de alguna manera" nos han permitido seguir el rastro del dopaje. Un dopaje que tiene su momento cumbre, su punto culminante en un hombre: Lance Armstrong. El americano vuelve al trideporte en 2011, y tras sus grandes éxitos de 2012 todo parece indicar que se puede presentar como candidato al Ironman de Hawaii. Pero en 2012 la suerte de Lance parece cambiar. Se ve envuelto en un juicio por fraude deportivo, con muchos de sus ex-compañeros como denunciantes y testigos. La USADA va a por él. Armstrong se cae con todo el equipo, Nike le retira el patrocinio y le pide dinero, y el americano confiesa, y lo cuenta todo. Desde Ed Borysewicz, pasando por Massimo Testa, Chris Carmichael, Michelle Ferrari y por último, otra vez, Chris Carmichael en su vuelta al triatlón. Y estos nombres, que escriben la historia de dopaje de Lance Armstrong, muestran la historia de dopaje del trideporte: el dominio de los Scotts en los 80 (Borysewicz y sus médicos), la magia del difunto Larsen y Chris Lieto entre 2005-2010 (Testa), los entrenamientos de muchos triatletas profesionales (Brett Sutton y el Team GB) en Saint Moritz (feudo de Ferrari) y finalmente el omnipresente Chris Carmichael, o CTS para el trideporte. Aunque solo 2-3 triunfos en Hawaii se pueden atribuir a Carmichael, su influencia en el trideporte es incuestionable: Peter Reid, Norman Stadler, Simon Whitfield, Tim DeBoom y Craig Alexander han probado los métodos del CTS. Los métodos de Armstrong, los métodos de los campeones desde siempre.
Y ahora sí, llegamos a uno de los últimos y más sonados escándalos del deporte, el caso de corrupción de la IAAF. Corrupción y dopaje, todo junto. El presidente de la IAAF, Lamine Diak, junto con Nick Davies y otros miembros de la IAAF, y su propio hijo, que le asesoraba con su empresa privada, pedían mordidas a los atletas, la mayoría rusos/as, a cambio de no sancionarles por valores anómalos del pasaporte biológico. El vicepresidente de Diack, Sir Sebastian Coe, no sabía nada. El caso se destapa por la denuncia pública de una de las atletas implicadas, que pagó y no recibió su premio: fue sancionada. La devolvieron sólo la mitad del dinero. El escándalo es mayúsculo, un gran número de atletas están implicados, y acaba con la presidencia de Diack. Sir Sebastian Coe, el que veía y callaba, es el nuevo Jefe del atletismo, apoyado por el propio Davies y el hijo de Diack, Papa Massata. Un deportista “limpio” que cimentó su leyenda en los años de los JJOO del orgullo americano, y anglosajón. Había que demostrar que eran mejores que los rusos a cualquier precio. Ganó a los comunistas en sus olimpiadas de 1980 y rindió a un nivel muy alto hasta los JJOO de 1984, los de las transfusiones de sangre de los americanos, y en 1986 desapareció de la escena atlética. En 1983 enfermó de toxoplasmosis, enfermedad que afectó a varios deportistas en los 80s y después (Navratilova, Coe, Higuita), se recuperó prodigiosamente para volver a ser oro en Los Angeles, esta vez sin los rusos de Moscú 1980, esos que iban cargaditos de esteroides y transfusiones. Y ahí sigue, en su Guerra Fría particular, pero esta vez manejando los hilos. En el trideporte ITU, el homólogo de Diack y Coe es Marisol, la persona con más poder en la lucha antidopaje. Y Cómo no, el triatlón también tuvo su protagonismo en el caso de los rusos. En el informe McLaren había cuatro triatletas rusos implicados en el asunto de controles positivos silenciados por la federación rusa. Marisol salió rápidamente a defender a los triatletas rusos que fueron a los JJOO de Rio. Seguro que los rusos votaron por ella en las elecciones de la ITU que tuvieron lugar a finales de 2016.
Y
acabamos con el último escándalo del dopaje mundial: las Autorizaciones de Uso
Terapéutico (TUEs en inglés). Los TUEs son un salvoconducto para doparse, una
patente de corso para aquellos que buscan marcar la diferencia amparándose en
un problema de salud. Algo que empieza a ser una epidemia entre los campeones:
Indurain, Armstrong, Contador, Noya, Wiggings, Mireia y Froome son enfermos
crónicos. En 2016 y tras el abuso de poder de la IAAF, el COI y la WADA contra
los atletas rusos, keniatas, y todos los que pudieran plantar cara al TeamGB,
unos piratas informáticos entraron en la base de datos de la WADA, donde se
encontraban los archivos de los TUEs de los deportistas que participaban en los
JJOO de Rio 2016. Había cientos de ellos y curiosamente los actuales grandes
campeones de los deportes hermanos del triatlón estaban allí. El trideporte
también. Y eso que faltaban los que no estuvieron en Rio. Muchos medallistas
del TeamGB y de los USA tienen TUE, la patente de piratería moderna. Todo orquestado
por la WADA de Reenie y la IAAF de Coe y amparado por la FINA de Julio
Maglione, la UCI de Pat McQuaid y la ITU de Marisol. Por la natación no están
los más grandes, Phelps y Ledecky, pero sí algún medallista, bueno, unos
cuantos: Jeanette Ottesen (DAN), Mireia Belmonte (made in SPAIN), Cameron Van
Der Burgh (SA), Siobhan-Marie O'Connor (Team GB), John "Jack" Conger
y Kathleen Baker (USA), Cate Campbell, Madison Wilson, Taylor McKeown y Emily
Seebohm (AUS). Desde las olimpiadas triatleticas del 2000, Australia es la que más
medallas tiene en natación, por detrás de los USA. Ese es el nivel que dan los
TUEs. Por el ciclismo están los dos Sir británicos ganadores de los últimos
Tour de Francia: Bradley Wiggings y Chris Froome, ademas de sus compis del Team
GB, Steve Cummings, Callum Skinner y Laura Trott, el aussie Jack Bobridge
(plata en Rio y Londres) y el siempre presente Fabian Cancellara (SUI). Ese que
era bueno de joven pero que ha estado metido en todos los casos de dopaje
(Operación Puerto, Caso Cechini y TUEs) y de trampas (motorcillos) de los
últimos años. Por el atletismo tenemos a Mo Farah y Galen Rupp, los dos mejores
fondistas olímpicos desde Gebreselasie, los dos pupilos de Salazar. Otros que
están de mierda hasta las orejas. Y por el trideporte, Alistair Brownlee, el
mejor triatleta de la historia olímpica, el hombre que le cierra el paso al
“Corazón Rebelde” de Noya en el Olimpo del deporte, también está. Esto de los
que estuvieron en Rio, porque hay serios indicios de que Contador también tiene
TUE, como lo tuvo en su día Armstrong, ambos con enfermedades diagnosticadas y
con medicación dopante. Pero Contador no fue, se cayó. Igual que se cayó Noya, otro
que es posible que tenga también un TUE vitalicio. En el triatlón hay numerosos
triatletas con TUE, 58 americanos y 100 españoles confirmados. Los TUEs del
trideporte, como los pasaportes biológicos están a buen recaudo en el cajón de
Marisol. Desde 2008 el triatlón, en competiciones ITU y en todos los Ironman
menos Hawaii, es el único deporte en el que se va más claramente más rápido que
en los 90s. Y todo esto se lo debemos a los dirigentes de la ITU y de la
franquicia IM. Gracias a ellos el IRONWAR esta a punto de ser solo una página
de la historia sangrienta del triatlón: la trilogía del Trideporte.